Recuerdo haberte visto una mañana cualquiera dentro del vagón del metro en la línea naranja. De inmediato me llamaste la atención. ibas con un tipo, delgado, bien aliñado, con cara de mamón y pocos amigos... pero no me importó, yo no podía dejar de verte.
Nuestros caminos continuaron y mientras hacía lo posible por mirarte solo de reojo y pensar que eras una de muchas niñas bonitas que pasan frente a mí para simplemente desaparecer en un típico tumulto de gente apresurada, me di cuenta que bajamos en la misma estación. La verdad no me di cuenta en qué momento hiciste transborde a la línea café. Yo hice lo mismo.
Imagina mi sorpresa cuando te vi bajando del mismo convoy en el que yo viajaba y darme cuenta que saldríamos al mismo tiempo. No sé por qué pero el nervio me traicionó y tuve que caminar adelante de ti. Me hice consciente de que ibas acompañada y me sentí tonto. ¿Cómo pensar que alguien como tú podría fijarse en alguien como yo? Así que caminé más rápido. Los pasé de largo y me dirigí a mi destino... frase nunca mejor usada... ¿Quién iba a imaginar que mi destino eras y eres tú?
La sorpresa de esa mañana fue aún mayor al darme cuenta de que nos habían citado para asistir al mismo lugar, a la misma hora y la misma persona.
En un momento en que estaba hundido en una de mis más oscuras depresiones, tu fuiste la luz y la mano que me ayudó a superar los demonios de una relación pasada.
Durante años aguantaste gallárdamente a mí lado logrando ver lo que incluso a mí me cuesta ver dentro de mí.
Yo sé que nunca lo pareció y nunca lo he dicho... pero siempre estuve celoso de cada tipo que se llegaba a acercar a ti. Mi mente racional me decía que era una tontería sentir celos pero por dentro sentía una pequeña angustia que me lastimaba un poco.
Siempre te he querido para mí, solo para mí. Pero el miedo a cortar tu espíritu tan libre me hicieron callármelo todo este tiempo... porque te quiero para mí... pero te quiero como eres.
Están a punto de cumplirse ocho años de habernos conocido. Ocho años de altas que llegaron hasta el cielo y bajas que se hundían en lo más profundo del infierno.
Y al final aquí estoy, más enamorado que nunca, más expuesto de lo que jamás había estado y amando a la persona que eres... no a la que idealizo de ti... sino la que realmente eres.
Siento que me estoy tirando al vacío, siento la caída en cámara lenta y mi estómago se encoge mientras voy cayendo. Cierro los ojos y tengo miedo porque nunca había sentido esto que siento ahora. Jamás había amado con tanta fuerza y jamás había sentido tanto miedo.
Están a punto de cumplirse ocho años de que llegaste a salvarme... y solo pienso, mientras voy cayendo, que espero que tus brazos estén ahí para atraparme... una vez más.
Música para acompañar el texto.
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